A todos en algún momento de la vida nos ha tocado responder las preguntas: ¿Quién soy?, ¿Quién eres?, ¿Qué te hace ser diferente al resto? -y si bien esas interrogantes fundamentan el escenario ideal para un debate filosófico prolongado- ya sea por curiosidad e iniciativa propia, o por encontrarnos en el camino guiado de la sanación y el aprendizaje, cuando las respondemos solemos hacerlo rápidamente y desde lo más evidente, notorio y reconocido por los demás: "Soy arquitecto... Soy mujer... Soy trabajador... Soy amable..., etc.".
En mi experiencia, ha sido complejo responder a esas preguntas sin recurrir a mi profesión, nacionalidad, género, edad, entre otros aspectos de mi ser que en realidad no me definen completamente, porque acostumbramos a concebir en primer lugar: que somos lo que hacemos, y en segundo lugar: porque la mayoría del tiempo creemos que somos lo que otros digan sobre nosotros. No fue sino hasta que comprendí que no soy lo que hago, ni lo que otros digan, que la respuesta al ¿Quién soy? y sus variantes, se acortó a la versión más precisa y adecuada: "Soy yo", y sí, yo también soy varias otras cosas que aprendí y hago en el ámbito laboral, académico, de género, etc., pero principalmente mi individualidad me hace única, irrepetible y relevante.
En la zona arqueológica de Mayapán, Yucatán, México (Foto: A. Rivera, 2021)
Y esa unicidad que todos poseemos como individuos, es una parte fundamental de la identidad, es decir del quién somos, del cómo nos vemos diferentes del resto a nuestro alrededor, de los otros. De ahí que, antropólogos como Marc Augé hagan énfasis en que "la identidad se construye en el nivel individual a través de las experiencias y las relaciones con el otro" (2005), porque las diferencias y similitudes identificadas en quienes nos rodean nos permiten distinguir aquellas particularidades propias de nosotros mismos. Entonces, por ser seres sociales en constante interacción con otros desarrollamos la capacidad de reconocer a nuestro grupo social y nuestro lugar en él, por esta razón al hablar de identidad nos referimos también al sentimiento o sentido de pertenencia que como individuos o grupo social tenemos, en la medida en la que seamos afectados por la cultura. Además, implica un conjunto de características y elementos que permiten distinguir a un grupo humano del resto de la sociedad, a partir de los cuales nos autodefinimos como pertenecientes a él. Es así, como la identidad de una sociedad se manifiesta cuando como persona nos reconocemos o reconocemos a otra como miembro de esa sociedad, es decir, -antropológicamente hablando- la identidad cultural no es otra cosa más que el reconocimiento de un pueblo como "sí mismo".
"No hay identidad sin la presencia de los otros. No hay identidad sin alteridad" Marc Augé
Situaciones que construyen nuestra identidad y sentido de pertenencia (Fotos: M.S. Barrios, 2015, 2018, 2022, 2023)
Sentir que pertenecemos a un lugar o grupo no siempre es fácil, ni rápido, para llegar a ello requerimos de una etapa de interacción, intercambio y aprendizaje con otros. Por eso, el sentido de pertenencia refiere a la conciencia que tenemos de formar parte de un grupo social, del cual adquirimos modelos y patrones de referencia durante el proceso de socialización cuyo inicio se da en la familia, lo que influye directamente en nuestras características individuales y se retroalimenta a lo largo de la vida a partir de la interacción con otros. Por esto, es que la identidad aunque refiera a una definición socialmente construida del ser (CPCA, 2015), sea un asunto fundamentalmente subjetivo con un arraigado componente emocional, pues se basa en un proceso constante de reconocimiento y valoración de la individualidad propia.
Un ejemplo de esto, son las experiencias de vida durante la migración, donde a veces llegas a lugares con culturas muy diferentes a la propia que te enfrentan con tu propia cultura, con tus saberes, costumbres y contigo mismo porque conlleva a iniciar un nuevo proceso de socialización que influye, reconstruye o reafirma quien eres actualmente. Lo importante, es que aunque experimentemos cambios, nos encontremos en un nuevo país, nuevo trabajo, nueva relación amorosa o nuevo grupo social recordemos que nuestra identidad implica un conjunto de emociones, sentimientos, experiencias, saberes, acciones y decisiones que a lo largo de la vida influencian y edifican la individualidad y unicidad de nuestro ser, cualidades que se mantienen con nosotros y nos permiten encontrarnos de forma auténtica en cualquier situación o lugar. De la antropología al autoconocimiento, y viceversa.
Referencias bibliográficas:
Centro de Psicología Clínica Alarcón. (2015). La identidad y el sentimiento de pertenencia. En: https://alarconpsicologos.com/2015/03/02/la-identidad-y-el-sentimiento-de-pertenencia/
Portal Ariosa, M. ( 1991). La identidad como objeto de estudio de la antropología. En: Alteridades. 1(2): págs. 3-5
Reflexiones del antropólogo Marc Augé sobre la identidad y la tecnología. (2005). En: http://axxon.com.ar/not/151/c-1510220.html